miércoles, 18 de abril de 2012

El Síndrome de la Nariz Blanca: un hongo mortal que afecta a los murciélagos

Murciélagos afectados por el Síndrome de la Nariz Blanca

Seguramente muy pocos de nosotros hemos escuchado de un tal Geomyces destructans, nombre científico que se le ha dado a un hongo letal que ya ha aniquilado a cerca de 6 millones de murciélagos en 16 entidades de los Estados Unidos y en 4 provincias de Canadá. Este hongo, de origen europeo, es el causante del White Nose Syndrome (Síndrome de la nariz blanca), una enfermedad que ha atacado agresivamente a los murciélagos norteamericanos y que amenaza con propagarse hacia el Sur del continente de no tomarse las medidas necesarias.

La primera vez que se tuvo noticia de este letal hongo y de sus impactos sobre los murciélagos fue en el año 2006 en la Cueva de Howe, ubicada al norte del estado de Nueva York, la cual es visitada anualmente por muchos turistas. Los murciélagos de esta cueva comenzaron a presentar síntomas atípicos: una especie de capa blanca comenzó a cubrir sus narices al tiempo que sus alas sufrían extrañas lesiones y, por si fuera poco, los murciélagos víctimas del hongo empezaron a mostrar una actividad acelerada que los hacía salir de su cueva durante el día, a plena luz del sol, e incluso a volar fuera de ella en medio del invierno cuando se supone que deberían estar hibernando. Los pobres murciélagos víctimas del Síndrome de la nariz blanca, además de hallarse en un estado de franco deterioro físico, estaban gastando sus energías vitales a un ritmo acelerado lo que los conducía inevitablemente a una pronta muerte.

Con el paso de los años el Síndrome de la nariz blanca se ha propagado vertiginosamente por el territorio estadounidense y canadiense, y recientemente se encontraron casos en el sureño estado de Missouri, al otro lado del río Mississippi.  

El equipo de investigadores del profesor Craig Willis de la Universidad de Winnipeg (Canadá) ha llegado a la conclusión de que el hongo mortal es de origen europeo: "Sabemos que el hongo puede sobrevivir y permanecer en el medio ambiente en equipos de escalada y en botas y zapatos y artículos similares, así que es posible que alguien lo haya llevado a esa cueva del estado de Nueva York", comentó Willis. No es descabellado pensar que los turistas europeos que visitaron las concurridas cuevas norteamericanas se trajeron involuntariamente consigo este hongo que si bien es inofensivo para los murciélagos de Europa –afortunadamente no se han informado casos al otro lado del Atlántico- resulta fatal para los quirópteros americanos.

También se sabe con certeza que la enfermedad no se transmite a los humanos, sólo la sufren los murciélagos. Ahora que los científicos han detectado el posible origen de la epidemia,  la pregunta lógica es ¿qué se puede hacer para proteger a los quiróteros? Pues, como todos sabemos, ellos desempeñan una función crucial en la cadena alimenticia al comer insectos y así proteger los cultivos que sirven de alimento a la humanidad entera.

"Todavía no hay mucho que podamos hacer más allá de asegurarnos de que no empeoramos las cosas propagando el hongo", concluyó Craig Willis.

Confiemos en que los estudios del equipo del profesor Willis, así como los de muchos amantes de los murciélagos en otras partes del mundo, ofrezcan muy pronto soluciones para esta problemática que ahora mismo afecta a los murciélagos pero que a la larga nos puede afectar a todos. Estaremos muy atentos de cualquier novedad.


lunes, 9 de abril de 2012

Murciélagos y memoria espacial



Desde hace varias décadas se sabe que los murciélagos están dotados de un prodigioso “sonar” natural que les permite orientarse a partir de los sonidos que emiten y los ecos que reciben, lo que recibe el nombre de ecolocación; sin embargo, a partir de más de 100 estudios que se han llevado a cabo conjuntamente por la Doctora Cynthia Moss de la Universidad de Maryland (Estados Unidos) y el Doctor Nachum Ulanovsky del Instituto Weizmann de Ciencias (Israel), se ha logrado comprobar que la ecolocación no se trata de un asunto meramente instintivo sino que este don de los murciélagos está estrechamente relacionado con su poderosa memoria espacial.
Es decir, los estudios llevados a cabo durante la última década han demostrado que los sonidos emitidos por los murciélagos a través de su boca o sus orificios nasales producen en el entorno y en sus presas ecos que hacen que el mamífero volador mueva su cabeza y sus orejas, lo que brinda a su cerebro una descripción detallada de la escena por la que se mueve; pero quizá lo más asombroso es que los murciélagos son también capaces de recordar pues los ecos que reciben condicionan su memoria con respecto a la manera en que pueden volar con seguridad entre los distintos puntos de un entorno por el que se desplazan habitualmente.

Los investigadores han llegado a la conclusión de que cada vez que un murciélago emite una frecuencia (con ritmo de 2 a 150 vocalizaciones por segundo), hay cambios en su actividad cerebral que son esenciales para el desarrollo de conductas más complejas. De esta manera el animalito es capaz de recordar detalles tridimensionales de los objetos en su entorno: una pared, un árbol, las estrecheces o amplitudes de la  cueva, de un pasadizo, etc; lo que nos habla de una memoria espacial sumamente sensible.
Los investigadores estadounidenses e israelitas involucrados en este estudio sobre las relaciones entre la ecolocación y la memoria espacial de los murciélagos han podido encontrar vínculos entre murciélagos y humanos respecto a cómo procesan la información para ejecutar ciertas funciones, puesto que ambos son mamíferos con la misma organización cerebral básica. Lo que podría resultar a la larga crucial y altamente beneficioso, por ejemplo, en la ayuda a personas que por accidente o enfermedad hayan sido afectadas en su sentido de la vista. Imitando a los murciélagos seríamos capaces de desarrollar nuevas aptitudes para orientarnos, movernos y estimular nuestra propia memoria espacial.
Conocer los mecanismos con los que opera el cerebro de los murciélagos podría dar luces en un futuro nada lejano sobre cómo operan ciertos mecanismos del cerebro humano que, aunque no estemos acostumbrados a utilizarlos cotidianamente, siguen estando allí y pueden ser muchísimo más útiles de lo que ahora mismos seríamos capaces de sospechar.